Torcuato es un  león viejo es una obra que de manera liviana y divertida, muestra claramente la ineficiencia de un rey que sólo vive para comer y dormir, no porque sea un rey caduco y sin fuerza, sino por ser  alguien  que desde niño ha sentido el yugo de una responsabilidad que aún no le correspondía, educado para gobernar muy a su pesar, es coartado de los placeres propios de la infancia, sintiendo desde  niño el régimen de una  educación marginadora del juego y la imaginación. Además de estos estragos, el rey es un muñeco que solo quiere rascarse el ombligo en las playas de Cartagena, dando ocasión de que sus súbditos más cercanos tomen decisiones de manera autónoma. Él, Torcuato III, paradójicamente, aporta la felicidad al reino con sus estornudos: el verdadero corazón del reino. Por lo cual, una vez robados, es el acabose, ocurriendo tragedias inexplicables, dando cabida a la aparición del superhéroe quien se  arriesgará  a la peligrosa aventura de arrebatar los estornudos de las manos de una bruja condenada al hipo.
En este reino habitan seres fantásticos: un rey que representa la figura del orden, pero el único orden que parece conocer es el de las comidas y dormidas. Un pregonero que se divierte con su condición, pues  aunque este título no le otorga beneficios es él quien ordena mientras el rey duerme. Un notario romántico que en realidad le encanta escribir, pero no leyes y decretos, sino  más bien, odas a la vida y la felicidad. Un enano que pierde la cabeza por una bruja hermosa, quien a su vez sufre ataques de hipo. Una princesa que no hace otra cosa que suspirar.  Un conde que sufre de tos y estará dispuesto a realizar cualquier proeza sólo para que esos suspiros sean por él. Y otros personajes, que aunque fugaces, enriquecen el mundo fantástico de este reino.